sábado, 17 de enero de 2009

El Hombre Piel Suave

Garabateó algo en la receta de la Seguridad Social, me la entregó doblada cuidadosamente para que no pudiera ver el contenido.

-Estás grave, necesitas esto.

Estaba semidesnudo allí delante, sentado en la fría silla, angustiado, mirándo fijamente a sus ojos, ella tampoco parecía en perfecto estado, sus botones superiores de la bata blanca estaban desabrochados, su pelo aparecía ligeramente alborotado y la sangre coloreaba suavemente sus mejillas y enrojecía esos labios humedecidos ...

Todo empezó al sentir una ligera y beligerante tos matutina, me acerqué al ambulatorio a solicitar un jarabe que me suavizara un poco la garganta.
La médico que me atendió, después que le comentara los síntomas, me pidió que me levantara la camisa por detrás para poder auscultarme, al colocar el fonendoscopio sobre la espalda el frío metal me hizo estremecer, al ir palpando la zona que correspondía a mis pulmones, se le escapó una frase.

-¡Que piel tan suave! ¿Seguro que eres un hombre?

Tengo que confesar que aquella observación me descentró bastante.

-¿Sabes que te digo?. Creo que se me ha estropeado el aparato de auscultar, oigo muchas pulsaciones y ruiditos raros.

Lanzó el fonendoscopio sobre la camilla y aplicó su oreja sobre mi espalda, mientras me pedía que me desabrochara más la camisa, llegó un momento en que la camisa ya no tapaba apenas nada, mientras su cara y oreja rozaba lentamente mi espalda, parando y haciéndome decir 'Aaaaaaa', mientras que sus manos palpaban mis pectorales, deteniéndose en los pezones y pinzándolos suavemente con las yemas de los dedos, pulgar y corazón.....

-Bufff que suaves, igual que tu cuerpo
-repite !!!Aaaaaaaaaa!!! hasta que te diga.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
-Vale, otra vez ....

La verdad es que mi piel es anormalmente suave, pero la situación se estaba volviendo violenta por si misma, acelerándose como un círculo vicioso, la curiosidad de ella y la suavidad de mi dermis, me pidió que me levantara y que me desabrochara el pantalón.

Me quedó el pantalón por las rodillas, y ella bajó mis boxer hasta que los genitales saltaron de su alojamineto y quedaron al descubierto, la situación me violentaba, mi miembro estaba francamente hinchado, pero que pusiera la oreja para auscultarlo no ayudó mucho para apaciguarlo, luego ya sin disímulo al poner su oreja contra los testículos, no separó su cara, rozó su rostro y aplastó sus labios, dejando que su boca palpara unos instantes.
Podría decir que su contacto es lejano como el cielo y cercano como el viento, incorpóreo y real al mismo tiempo.
Cerré los ojos, me dejé rozar y simulé, una vez más, no respirar.

El caso es que al mirar la receta, solo hay un número de móvil y sigo con mi tos.

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Fuera el suje