
Intento girar la cabeza para mirar a mi alrededor, buscando algún lugar donde poder agarrarme y no caer al abismo, a ese oscuro agujero que, ávido, se traga todo lo que está a su alcance, succionando la vida y los sueños.
Finalmente atisbo lo que parece ser un pequeño hueco unos metros más abajo de donde me encuentro. Si consigo llegar hasta él podré vaciarme en su interior y evitar el aciago destino que ya han sufrido muchas de mis hermanas. Intento tomar impulso absorbiendo el reguero de agua que han ido dejando mis predecesoras, y esquivando alguna que otra porquería que se ha quedado adherida al cristal me encamino, triunfante, hacia mi salvación.

Cierro la ventana, comienza a llover, y voy siguiendo el camino descendente de las gotas de lluvia aparentemente inanimadas que resbalan por el cristal. Me mimetizo con ellas, trasladando mi “yo” pensante al otro lado, a la calle .....
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